sábado, 16 de febrero de 2008

¿LA PUREZA COMO VIRTUD REVOLUCIONARIA?

Circula por ahí, desde hace tiempo, una frase cargada de cinismo pero, no por ello, desprovista de toda la razón: Todos los partidos políticos tienen militantes y simpatizantes a excepción de IU, que tiene militantes pero muchos no son simpatizantes.

Esta maldad, cuya autoría nadie ha reivindicado, viene a cuento ahora que se aproximan una elecciones y observamos las relaciones entre los partidos que concurren y su base social.

La derecha, no tiene ningún problema, un solo partido, con estructura piramidal y fuertes relaciones jerárquicas, abarca todo el espectro que va desde los sectores más ultramontanos, impregnados de fascismo nostálgico; pasando por los autodenominados liberales, de un marcado sesgo neocon; hasta unas posiciones más tibias, rallanas con el centrismo que se encuentran en franca retirada. En todo caso, cuando se trata de salir a votar en cualquier convocatoria electoral, reaccionan a toque de corneta y acuden, papeleta en mano, como un solo hombre. No les importa que toda su participación en las decisiones de partido consista en acatar y obedecer, simplemente acatan y obedecen.

En cuanto al Partido Socialista, ya sea en tareas de gobierno o de oposición, su base social dispone de alguna que otra fórmula de participación, más formal que real pero, a la hora de la verdad, imbuidos de un pragmatismo digno de mejor causa, también responden en masa, sin importarles las renuncias ideológicas a los postulados de la izquierda o la adopción de medidas, posturas, propuestas y decisiones impropias de un partido que enarbola la bandera progresista. Tienen claro quien es el rival a batir (me cuesta denominarlo enemigo).

El caso de Izquierda Unida, sin embargo, es digno de un estudio profundo y riguroso. No sólo está abierta a la participación real, permanente y activa de sus bases en las decisiones que se toman sino que, además, se trabaja en una constante tarea de información, formación, motivación y estímulo de las personas que manifiestan interés por sus ideas; escuchando y dando respuesta a todas y cada una de las propuestas que se presentan e incorporando a quien lo desee a las estructuras de participación que, al final, son el lugar donde se elaboran las propuestas electorales y los planes de acción para ponerlas en práctica (siempre en función del número de representantes en las instituciones, no se nos olvide). Pues bien, cuando llega el momento de movilizarse de cara al exterior, ya sea en elecciones u otros momentos, nos dejamos invadir por una especie de Espíritu de Pureza y si, de cien decisiones adoptadas, diez no me han convencido y cinco no me han gustado, me quedo en casa denostando todo lo que se mueve y ya veremos si voy a votar. Creo que ese no es el modo de cambiar la sociedad.

Es curioso, cuando leo en la prensa los estudios de los sesudos especialistas sociológicos, demoscópicos y todos los “icos” del mundo; que se refieren a que tal o cual formación política está buscando el voto indeciso para sumarlo a su suelo electoral (cifra mínima de votantes asegurada) miro el suelo electoral de Izquierda Unida y me veo caminando sobre las rejillas de ventilación del Metro y, de verdad, la sensación no es demasiado agradable, sabemos que están fabricadas en acero de alta resistencia pero no podemos evitar que el vértigo nos encoja un poco las tripas.

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